Lo conoció en un bus camino a la capital;
era tan hermoso, que creyó que una estrella de cine se le había escapado a Hollywood, por lo que
pensó que era necesario hacerse notar de alguna manera para llamar su atención,
y lo logró; como ese día encontró el bus lleno,
le correspondió ir de pie; sólo tuvo
que esperar un frenazo para dejarse caer justo sobre las piernas de él , y luego pedir una excusa que
resultó en acercarlos más de lo
esperado.
Así comenzó
el noviazgo entre Raquel y Dino, cuya relación
maduró lo suficiente como para contraer matrimonio, y comenzar a preparar
los papeles con los que la novia
viajaría a Europa con el fin de residir en el país de donde era oriundo su esposo.
La boda fue muy sencilla; los novios lo
dispusieron todo de manera que no se llamara mucho la atención, invitando
estrictamente a la familia, y uno que otro vecino, para no rayar en los
extremos. Otra cosa que quedó claro, fue que no habría luna de miel hasta tanto
la pareja pudiera reencontrarse de nuevo en el país de residencia, por lo que
se descartó hacer alguna reservación en un hotel local, o del interior, pues
habían quedado en que él partiría en la mañana temprano.
Esa noche no hubo movimiento de cuerpos en
el cuarto de Raquel, más bien, se escucharon los tempraneros ronquidos del
recién casado, pues desde temprano se le notaba exhausto del cansancio.
En la mañana siguiente, Dino tomó un avión
y se fue del país con destino a Europa, quedándose aquella hermosa mulata a la espera de concluir el proceso para partir
días después.
Los documentos no tardaron en completarse;
no había pasado una semana cuando ya a Raquel le había llegado una remesa con
los euros necesarios para concluir los trámites faltantes, y comprar el boleto
de avión con el destino señalado.
El proceso culminó con éxito, y Raquel
pudo reunirse días después con su esposo, quien la esperó en el aeropuerto para
llevarla con él a la casa.
Desde que salieron de las áreas urbanas,
Raquel notaba extrañada como se iban alejando de los espacios habitados, al
tiempo que se internaban en un área rural compuesta por una amplia zona
boscosa, en la que de vez en cuando podía verse algún rancho abandonado y en
ruina.
Después de seis horas del largo trayecto
en el que apenas hablaron, llegaron a una casona de piedra y madera, que
quedaba justo al centro de una extensa finca de pastizales y espinos.
Al entrar a la casa, Raquel tuvo miedo;
pensó en su madre y su vida feliz en su país natal. No comprendía nada.
Dino la tranquilizo, hablándole sobre
las mejoras que haría en los próximos días; entró las maletas hasta la
habitación que usaba, y le preparó el baño.
Mientras Raquel se disponía a
desvestirse para bañarse, Dino hacia una llamada.
-
Ya
es la hora; está en el baño. ¿Cuanto son? ¿Quince? Anden…y no olviden que esta
vez me toca la cola y la cabeza.- concluyó.
Esa noche, aquella vieja casona volvió a
cobrar vida como cada cierto tiempo; hubo gritos, alcohol, drogas, sexo, y música
estridente hasta el amanecer; también hubo estofado.
Apenas a un mes del viaje de Raquel, su
madre comenzó a llamar a la embajada para saber su paradero; siempre se le veía
salir con un pañuelo en las manos, y luego se sentaba en una mecedora a llorar su
desventura, por lo ingrata que le salió su hija.
Una década después un hombre fue arrestado, y
confesó que formaba parte una secta
neonazi que reclutaba personas en diferentes países; que después de violar, y
matar a sus victimas, se las comían.
A ese hombre lo llamaban Dino.
A ese hombre lo llamaban Dino.
FIN
Pablo
Martínez
Dominicano
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