viernes, 31 de agosto de 2018

EL ESTABA AHI (RECUENTO)


      El en el origen de los astros siderales, cuando todo era oscuridad, en la extensa inmensidad  de las galaxias; Él estaba ahí. Fue testigo cuando el poder del hacedor encendió un éter  de luz, e  iluminó el universo  por completo. 
    Él vio el primer día y la primera noche; cuando se crearon los cielos,  la tierra y  los mares; cada árbol, cada cosa, y también al ser humano. Él estaba ahí, y los amó tanto, como a sus iguales.
      Pasaron los siglos, y sufriendo en silencio, veía destruirse a la humanidad, en las constantes guerras entre los pueblos, causadas por el egoísmo y la ambición. Entonces el hacedor tomó la determinación de acabar de una vez con lo que le quitaba la paz al universo. Sólo  siete se salvaron de la tormenta, porque obedecieron. 
       Y  no bastó una vez. El mal regresó nuevamente, y quisieron alcanzar al creador rompiendo fronteras. Y vino Babel, y las lenguas al mundo pusieron barreras. Y pasaron los siglos sobre la tierra; la creación floreció, pero el propósito se perdió en la gente.
       Los pueblos olvidaron lo que llevaban dentro, y se empeñaron en  aplastar el germen del hacedor. Las bestias humanas perdieron la razón, llenos de lujuria y deseos.
      Y tuvo que ser otra vez. El fuego del universo los arrastro al firmamento, como partícula sin ningún valor; limpiando   los  mares y el cielo, por ese momento. El estaba ahí, sufriendo callado.
        Y los siglos pasaron. Todo había cambiado. Se erigieron dioses de barro y de metal. El ser humano se convirtió en  un pedazo de carne, sin amor, y sin luz en su corazón. Se hizo esclavo de sus iguales, por la fuerza y la opresión. El odio los dividió y hubo guerras, y más guerras, y guerras…Y Él estaba ahí, sufriendo callado.
        Y cuando el caos fue mayor que en todos los tiempos, viviendo en las sombras, los seres de luz pidieron compasión y piedad para  la humanidad que sufría en silencio.   Sus voces se escucharon en el universo.
        Llegaron la indecisión,  y la duda,  de qué hacer para no hacerlos perecer a todos a un tiempo.
- A quien enviaré. - El creador  preguntó-  
-Envíame a mí, yo por ti estaré y los salvaré, y si es preciso,  por ellos moriré.- Él por fin habló... el hijo de Dios.
      Y vino el salvador, sin mirar los rostros, solo el corazón. Y les hizo recordar lo que habían olvidado: que eran Ángeles encarnados como seres humanos;  que la misión  era  llevar  amor sobre toda la tierra,  a toda la creación… y no lo entendieron. Habían olvidado de donde vinieron.
        Y la maldad de los hombres creció, y con saña lo destruyó todo, sin compasión, y sin pedir perdón; con violencia y felonía.
    Él estaba ahí; en medio de la gente, sufriendo en su carne el dolor que no conocía. Y padeció por todos los seres que amó por igual, con la inmensidad de su corazón… y murió por todos…el hijo de Dios. Y resucitó. Y desapareció, diciendo yo vuelvo.
        Y el tiempo pasó; mil años y mil años.  Y Su ejemplo aún  vive, su fe engrandeció a aquellos que amó desde el principio de la creación. Muchos lo esperaban, otros  no creían.  Y llegó el día.
       Las huestes celestiales abrieron los portales del universo. Las arcas aladas se llenaron primero con los que creyeron.  Para los que sintieron amor en su corazón se   abrieron las puertas de las arcas, y fueron transportados en un rayo de luz al interior. Mientras el caos reinaba en los que no comprendieron que el propósito de la creación era solo dar amor.
       Ya no hubo tiempo; la humanidad que  no creyó, en un repentino resplandor, se volvió cenizas, y desapareció.





Pablo Martínez
Dominicano.
   

miércoles, 29 de agosto de 2018

FLORES ( Cuento)



   “¿Te acuerdas cuando nos conocimos en la escuela? Tú dabas clases, y yo,    estaba con mi novia en la otra aula. Te pasé por el lado algo avergonzado, pero aun así no dejé de sorprenderme por tu juventud y tu excesiva apariencia de mujer noble. Al pasar el tiempo  mi mundo se volteo boca abajo. Todo lo perdí en un santiamén, y me quedé completamente solo. Recuerdo a tu amigo enamorado, a quien le daba consejos de cómo conquistarte;   fue la carnada que usó el destino. ¿Te acuerdas de la apuesta? Fue en el momento que lo vi llegar completamente derrotado, decidido a abandonar su postura de don Juan contigo, cuando la  hicimos: si no te conquistaba para mí, me quitaría el nombre. Ese día marcó mi vida. Desde entonces estuvimos juntos, sin separarnos ni un minuto. Aunque sé que cincuenta años es medio siglo, se fueron desapercibidos; solo los achaques nos avisaron que ya había pasado el tiempo.
     Cuando te vi desmejorar no me imaginaba  que podía suceder; nunca albergué en mi mente, ni por un segundo la idea de la soledad. Sin ti mi vida es solo un paso hacia el abismo. A mis años no hay nada que esperar que no sea la oscuridad,  porque mi vida se fue contigo… yo solo quiero volverte a ver.
     El anciano lloró en silencio como tantas veces. Tomó el ramo de flores y lo colocó en el jarrón con agua de las flores viejas, sobre la tumba. Mientras lo arreglaba, seguía su monologo interminable: Hoy te traje las orquídeas que te gustan, mañana, si estoy vivo, cortare las margaritas del jardín…


                                                                         FIN


Pablo Martínez
Dominicano.



CORINA (Relato)


   

Aún recuerdo sus ojos marrones; grandes, mirándome fijamente, como queriéndome decir algo. Ella era Corina, mi mascota chihuahua. La trajo mi sobrina, porque no podía llevársela con ella a su nuevo domicilio. No le resultó difícil adaptarse a la casa y a su nueva familia, porque lo que mas tenia era espacio para andar alegre por cada rincón. Nunca he conocido perrita más limpia que Corina, pero no siempre fue así; un día encontré sus heces en medio de la sala y le estrujé el hocico en ellas, y desde entonces nunca supe donde ponía sus excrementos. Tenía una particularidad aún desconocida en el mundo de los perrunos: no le gustaba comer carne. Según fue pasando el tiempo, fue adaptando su organismo a la comida de la casa, y se volvió vegetariana. No olvido las veces que haciendo un guisado en la cocina, agarraba todo cuanto le dejaba caer para comérselo; desde ajíes, lechuga, brócoli, cebolla, y pepino…no había vegetales que no engullera; aunque la dieta incluía pescados y huevos cada cierto tiempo. 
      Se hizo costumbre tomarle algunas fotos, para mostrar su porte de perrita altiva y comparona; con su carita seria de religiosa de convento; parecía más una monjita austera y recatada.
Pero así como existe el bien y el mal, lo negativo y lo positivo; Corina también tenía su contraparte, que luego se convertiría en su archirival: El gato Bengala del vecino.
Desde que lo conoció incursionando en el patio no paraba de ladrar, y de corretear detrás de él. Un día estábamos reunidos frente a la casa comentando algo. Corina también estaba. No lo vimos, pero Corina si. El gato caminaba sigiloso al otro lado de la calle. Al verlo, Corina se lanza detrás de él, y la llamo- CORINAAA- Craso error. Un carro viene en el preciso momento en que ella se devuelve. Solo escuche un leve chillido. La encontré tirada, con el hociquito aplastado, y sin vida. La levanté por las patitas traseras para ver si aun vivía, pero nada. La entre en una funda plástica, fui al bosque y la enterré.
Al regresar sentí un vacío inmenso en mi corazón y rompí en llanto.
      
No sé por qué he sentido que algún día volveremos a encontrarnos, y sabré, aunque ya no tenga su cuadrúpeda figura, que es ella: el alma grande de Corina.

   

FIN



Pablo Martínez
Dominicano

martes, 28 de agosto de 2018

EL VIEJO PIROTÉCNICO (Cuento)



       Después de la cena, don Alberto, y doña Ana,  dieron un paseo por el jardín de la casa. Tanto tiempo casados, y aun no dejaban la costumbre de andar tomados de mano. Se les veía felices, tanto, que la satisfacción de su vida plena no podía quitarla el recuerdo de la juventud ida hace tiempo, ni la soledad en que vivían después del matrimonio de su única hija, pues  realmente se sentían realizados. 

        Alberto,  había hecho fortuna con su fábrica de fuegos artificiales, una de las más importantes del país, por su especialidad en producir los cohetes más vistosos y explosivos en su área. Cuando sintió que debía hacerlo, vendió la fabrica,  para un retiro de por vida. Fue allí donde conoció a la mujer que le dio la felicidad anhelada, y que lo acompañaría por siempre.- Hasta que la muerte me separe.- repetía.

        Distante estaba el estadio de béisbol, con sus ruidos apenas audibles, que en nada quitaba la paz a los vecinos a un kilómetro a la redonda. Ese día se celebraba el último  partido de la serie de béisbol de grandes ligas que  había llamado la atención de todo el país.

        Hacia apenas un año que la administración del estadio, había contratado a un joven para sustituir al viejo encargado de la pirotecnia que había muerto, y que  también era el que hacia los pedidos  de  los fuegos artificiales de producción nacional. Para esa noche tenían preparada una batería de fuegos artificiales comprados en el extranjero, nunca vistos en el país, que les auguraba el éxito total del evento.

        A las diez de la noche, aquella pareja adorable dormía profundamente. No se dieron cuenta, cuando uno de los equipos de béisbol  salió vencedor, ni cuando se hizo la entrega  de la gran copa de la victoria.

        El grupo de pirotécnicos esperaba la orden de comenzar el espectáculo. Se consideraba que aquellos fuegos artificiales eran cien veces más poderosos que todos los usados en series anteriores.

              El joven encargado de la  pirotecnia  esperaba el momento,- Preparados…FUEGO-
El cielo se alumbró, con potentes explosiones que se disgregaban en miles de fulgurantes estrellas multicolores, y variadas formas. No se dieron cuanta cuando un cohete explosivo surcó los aires fuera del área de juego.

       Un proyectil entro de forma meteórica por   la habitación de   los esposos, que al despertar asustados sólo atinaron a decir cuando lo vieron arder.- FUEGO- y explotó.

        A la mañana siguiente, pudo verse  con claridad la terrible tragedia. La casa quedó reducida a cenizas por aquel infernal incendio, mientras los cuerpos de los ancianos fueron hallados carbonizados, entre los escombros.  

        En los alrededores del estadio, la brigada de mantenimiento desarmaba las cajas de fuegos artificiales. En la parte  inferior de la madera   podía verse con claridad aquella frase: 中國製造  Hecho en China.



       
       
FIN


Pablo Martínez
Dominicano

LA CIUDAD ( Relato)


            El cerro era un lugar tranquilo, pero Tito no tenía otra alternativa que abandonarlo y empezar una nueva vida en la capital a causa de la carrera de medicina que iniciaría ese mismo mes. Se detuvo  a contemplar aquella escena fabulosa de un verde que centelleaba la magnifica expresión de la naturaleza. A lo lejos, los flamboyanes  amarillos y rojos daban mayor esplendor a la acuarela multicolor de la campiña cibaeña. Respiró hondo y sintió más que nunca la paz del lugar, razón por la que le llegó a pasar por la cabeza la posibilidad de quedarse, pero estaba resuelto, no había marcha atrás.
      Se despidió de sus familiares y amigos, y en la mañana, bien temprano, maleta en mano,  tomo el primer autobús que salía rumbo a la ciudad.
       Disfrutaba del  trayecto, como si aún fuera un niño. Miraba los naranjales extenderse hasta los picos de las lomas, y las largas sabanas  convertidas en arrozales. Muy adentro sentía que su vida estaba ahí, en el campo, al que solo  volvería de vacaciones hasta terminada su carrera, convertido en médico.
      Llegó a la capital y se fue adentrando pronto a la selva de cemento.   En apenas dos horas, estaba rodeado  de edificios y del tránsito infernal del centro de la capital. Sintió pánico, pero todo estaba consumado. No había vuelta atrás.
      El bus se estacionó en su parada habitual. Tito tomó su pequeña  maleta y caminó decidido hasta la salida. Llamó  a su tía,  que vivía en el Este, para decirle que había llegado. Cruzó la avenida y tomó un carro derecho hasta la Duarte con Paris. Allí se las arregló para tomar un carro  destartalado y sucio que lo  llevaría a la casa de su tía, en Los Frailes. 
       Llegó a los Frailes casi una hora después. El terrible calor se acrecentó con el inamovible tapón que se hizo para cruzar el  puente Duarte.  Sudaba la gota gorda, pero por fin había llegado. Tomó su celular para volver a  llamar a su tía y decirle que pasara a recogerlo.  Una moto llegó con dos hombres que usaban cascos que les cubrían el rostro. Le arrebataron el celular; él forcejeó.  Sonaron dos disparos.
       Esa noche, todas las noticias del país fueron las mismas: Matan estudiante meritorio para robarle un celular. 


FIN



Pablo Martínez
Dominicano
     

lunes, 27 de agosto de 2018

EL DIARIO (Relato)





      Ayer cumplí dieciocho años, y entre todos los regalos que me trajeron, encontré este diario.  Nunca había pensado en hacer una crónica de mi vida, pero mirándolo bien, creo que será interesante. Una chica moderna como yo debe llevar un recuento de sus intensas e interesantes actividades, por tanto, este es el inicio de  mi nueva vida.

25 de enero del 2018: Hora de escribir: 11; 00 p.m.

     Hoy amanecí terrible, anoche me bajo la menstruación mientras me bañaba, y la cena me causo estreñimiento.  Esta mañana me desayune con frutas, y avena para suavizar, por lo que ya estoy mejor; almorcé poca cosa, y cene frutas, creo que mañana estaré totalmente bien.
      No he contado lo que me paso con mi padrastro,  después de mi fiesta de cumpleaños: creo que está medio enfermo de la mente, porque lo vi asechándome por la ventana, y no es  la primera vez, ya ha pasado en otras ocasiones. No quiero decírselo a mi  madre para no causar mayores problemas; ese tipo me repugna, la próxima vez se va arrepentir.
       También fui a inscribirme a la universidad;  sueño con ser una doctora, y ayudar a mi madre, a ver si deja a ese parasito de su marido.
       Al regresar de la universidad conocí  a un chico simpatiquísimo, se llama Julián, estudiara medicina, igual que yo; nos mantenemos comunicados por whatsaap, ahora mismo lo tengo en línea.  Creo que estaremos en la misma sección, ya veremos.
        Hoy publiqué el video de la semana en mi canal de youtube, el tema es: como defenderse del acoso sexual. Ya tengo cuarenta reproducciones y cincuenta me gusta. Si sigo así, al fin de semana tendré mas de quinientos me gusta. También publiqué las fotos que me tomaron en el cumpeaños, y en los jardines de la universidad. Eso estuvo ¡¡padrisimo!!!
        Escucho ruido afuera en el patio, debo ir a ver. Ya es tarde. Puede ser un ladrón, llevare el punzón con que picaron el hielo anoche. Dejaré escrita la fecha de mañana; si es mi padrastro,  no podría escribir nada, pudiera estar presa, o tal vez  muerta.


26 de enero del 2018: hora de escribir:




FIN
       

        
Pablo Martínez
Dominicano

EL PADRINO ( cuento




          Andrés, llegó a la casa cuando  su compadre Juan, se preparaba para irse al trabajo. Traía en una funda unos chocolates, y se la dio a su comadre, como habituaba.
         Al irse Juan, su hijo Juancito y su mujer se quedaban solos, y como es natural, si el hijo se iba a jugar o hacer mandados, ella se quedaba completamente sola, sin vecinos cerca, ya que vivían  a casi un kilómetro de distancia del pueblo, protegidos por una cerca de alambre y árboles de Nim, que los aislaba aun mas del resto de la gente.  Juancito, vio  lo difícil que le  fue a su padre despedirse esa tarde, y no disfrutar de la presencia de su amigo;  porque si a  alguien quería su padre,   ese era a  Andrés, un hombre de su absoluta confianza, por quien sentía tanta consideración y respeto, que fue en el  único en quien pensó para que fuera su compadre a la hora de bautizar a su primer y único hijo.
Juan se despidió de su compadre Andrés,  lamentando no poder quedarse a tomarse el café que su  mujer acostumbraba prepararle cuando llegaba a la casa.
        Al irse su padre, Juancito miró a su padrino seguir a su madre hasta la cocina, y hablar entre ellos. Su madre llego con quince centavos, y se los puso en las manos.
- Vete al colmado y tráeme un sobre de café y  el resto de azúcar, y pasa por donde la costurera para que me envíe el vestido que mande arreglar que ya esta pago-. Le dijo.
       Pero Juancito puso cara de enojo, y se negó  a salir, recibiéndole de su madre cuatro chancletazos por las nalgas. Dando gritos, y haciendo berrinches, se fue de la casa fingiendo que saldría al mandado y lo que hizo fue ponerse a dar vueltas en el patio.          No era la primera vez que notaba que entre su madre, y su padrino  estaba pasando algo raro,  pues siempre que este llegaba, si no estaba su padre,  lo mandaban al pueblo a comprar algo.
       Se asomó a la puerta, y miró para donde los había dejado sentados, y no estaban. Escucho algunos sonidos provenientes de la habitación que tenia la puerta  cerrada por dentro. En ese momento estaba resuelto a descubrir lo que estaba pasando entre su madre y su padrino, y delatarlos con su padre pasara lo que pasara.  Recordó que había una manera de tener  acceso a la habitación; así que dio la vuelta por detrás de la casa,  se subió por las paredes del baño hasta  el techo de cinz, donde precisamente faltaba media plancha, algo que fue dejado adrede para tener luz natural. Allí penetro sigilosamente, y pudo verlos acostados en la misma cama en que todos días su madre  dormía con su padre.
       Fue así que decidió esperar la hora en que su padre llegara del trabajo para contarle todo. Salio al pueblo, y se demoro,  hasta que su padre se le apareció buscándolo en la plaza pública, casi a las diez de la noche. Esa noche no durmió;  aun le dolía el jalón de orejas que le dio su padre cuando se lo llevo casi arrastrando.
       A la mañana siguiente, el ambiente se sentía pesado. Juancito no podía verle la cara a su madre, por quien  había empezado a  sentir cierto desprecio, así que aprovechó que su padre podaba una mata de naranja en el patio, para acercarse y contarle todo lo que había visto el día anterior, y que había sido la causa de su desobediencia.
        Si el día anterior, creyó que había sido el peor de su vida, Juancito se había equivocado; porque después de escucharlo, su padre lo agarro con una correa por la parte de la hebilla, y le dio una descomunal golpiza que no olvidaría nunca. 
       -Como tu vas a decir eso de tu mamá que es una santa, y de mi compadre que es un hombre de respeto, muchacho del demonio-  Le decía, mientras lo azotaba con violencia.
        El tiempo quedó atrás. El pastor Juancito, recordaba con tristeza aquel terrible episodio de su vida. Juan, a quien creía su padre,  había muerto hacia años,  y en ese preciso momento regresaba del funeral de su padrino Andrés. Antes de salir,  se encontró con su madre a quien no veía desde aquella ocasión. En forma de  disculpa por aquel hecho del pasado, su madre le confesó una sorprendente noticia: su padrino Andrés, no era solo su padrino,  era su  padre biológico, y Juan, su padre de crianza,  siempre lo supo.



FIN

Pablo Martínez
Dominicano

viernes, 24 de agosto de 2018

EL RELOJ DE LA MUERTE (Cuento)




        Cuando Manengo se puso viejo le perdió amor a la vida; pensaba que  ya estaba bueno de pasar trabajo, que un hombre después de los setenta lo único que quiere es descansar, y no tener que levantase de madrugadas a limpiar patios para poder conseguir con qué llevarse algo a la boca. Siempre pensaba lo mismo, por lo que la idea de irse para el otro lado se le había convertido en una obsesión; era  lo único que quería en la vida: morirse.
        Ya era prima noche cuando llegó a su rancho, con su saco a cuesta, donde llevaba la mocha de desyerbo, y alguna ropa vieja de su uso.
        Esa noche oró a la muerte con mayor fervor que nunca; le  decía que mirara los pesares de su vida solitaria; su lucha de cada día tan solo para comer, y que su vida ya no tenia sentido.  Después de la oración, se enderezo adolorido de su camastro chamuscado y mal oliente,  y sintió más que nunca el peso de los años. Una lámpara de de gas kerosén, mal alumbraba el cuartucho, único hogar que podía tener, y que estaba  enclavado casi en medio del bosque.   Se dirigió a la mesita junto al fogón que le servia de cocina, y  tomó la lata de salsa de tomate que usaba para beber y le echó agua. Cuando iba a llevársela a la boca, escucho una voz que lo llamaba. – Manengo…Manengo…Manengo. – ¿Quien anda ahí?-  pregunto sorprendido por la hora, mientras buscaba su mocha dentro del saco. - ¿Qué estas buscando viejo Manengo?¿tienes miedo? El hombre que quiere morir no teme a nada. Tanto que hablas conmigo, y ahora no me conoces- . Al terminar esas palabras ahí mismo se le apareció la muerte. Era ella, si, la misma que le habían contado; con su guadaña en las manos, afilada y puntiaguda; vestida de ropaje negro, y una túnica del mismo color que le cubría el rostro.- ¿Ya venite a bucame? Toy preparao pa´  ime a la hora que quiera. Bendíceme con tu sagrado propósito, y llévame de una ve.-  dijo el viejo. – No te desesperes, que todo tiene su tiempo, y a todos les llegara la hora.- dijo la muerte, mientras sacaba algo de su ropaje,- Sabes lo que es esto, Manengo?- Preguntó la muerte. –Eso e´ un reló-  Le contestó. –Si, un reloj para marcar el tiempo que le queda de vida a los seres humanos sobre la tierra, y a ti te tocara, el día que veas sus manecillas marcando la media noche, Tómalo, me lo devolverás cuando vuelva a buscarte,- Dijo la muerte, pesándole el reloj, al momento de esfumarse.
       Esa noche, el viejo Manengo se quedó mirando el reloj, esperando la media noche, pero el sueño lo venció, y no se dio cuenta cuando se quedó dormido.
       Al amanecer se levanto más temprano que de costumbre, se metió las manos en el bolsillo, y ahí estaba,  el mismo reloj, por lo que no había sido un sueño lo ocurrido. Ese día realizo su faena acostumbrada, visitando a las casas con jardines enyerbados,  para ofrecerle sus servicios de chapeador, oficio del que vivía después que tuvo que dejar la albañilería a causa de los años.
        A la hora de acostarse,  Manengo tomaba el reloj en sus manos, y esperaba paciente que las manecillas  llegaran a la media noche, pero el sueño siempre lo vencía.
          Pasó el tiempo y Manengo seguía con su afanosa y apesadumbrada  vida; ya había perdido la costumbre de mirar el reloj, y la esperanza de descansar en paz, tal y como era su deseo. Esa noche sintió que ya era tarde, y se dispuso a dormir; se tiro en su camastro de madera viejo, y se acomodo lo  más que pudo. Sintió que algo le molestaba entre las sabanas, y era el  reloj; lo tomo entre las manos, y miró las manecillas cercanas a la media noche y lentamente cerró los ojos hasta que casi se queda dormido, cuando oyó su nombre.
- Manengo…Manengo…Manengo.. ¿Ya me has olvidado, tanto que me has buscado, y ahora soy una extraña para ti?-  Preguntó la muerte.
 -  Tú no tiene piedá de mi,  tanta gente que te  lleva sin pedite, y yo que toy padeciendo, sigo viviendo  eta vida como un catigo de Dio; ya no creo en  naiden - dijo.
 La muerte se acerco al lecho, y le hablo casi con ternura.
         Viejo Manengo, ¿no te dije ya que todo tiene su tiempo, y a todos les llega la hora? Has visto el reloj?- pregunto la muerte.
-          ¿Que si lo é vito? Ya peldi la cuenta - dijo.
-          ¿Que hora es Manengo?- volvió a preguntar la muerte.
El Viejo Manengo, volvió a tomar el reloj en sus manos, y a duras penas reconoció las manecillas del reloj marcabndo la media noche.
-          Ya son las doce, y sigo vivo- dijo.
- Manengo… Mannego…Manengo…qué viejo mas difícil. ¿Recuerdas lo que ibas hacer cuando viniera a buscarte; ya no te sirve,  devuélveme el reloj.

-           
                                                                         FIN

©Pablo Martínez
Dominicano

UN TROZO DE VELA ROJA (Cuento)


         El mar estaba quieto. Los veleros se apiñaban uno al lado del otro, y daba la impresión de  que no iban a caber, por lo que algunos de ellos debían ser sacados del agua antes de la tormenta.  Nadie hubiera sospechado siquiera, de no existir los pronósticos del tiempo, que aquella tranquilidad pudiera cambiar de un momento a otro.
     Mireya observaba el firmamento desde el balcón de aquel hotel, donde esperaba a que su prometido terminara de amarrar el velero, para  tratar de contrarrestar los fuertes oleajes de la tormenta anunciada.
       Se sentó un momento a soñar despierta, donde se veía  haciendo de esposa amada, en un futuro cercano, en el que la suerte  le sonreía, y, agradecida, levantaba los brazos al cielo dando gracias por su  felicidad. 
      Porque quería ser feliz, decidió esperar paciente al hombre que la vida le tenía reservado para ella. Recordó aquella noche, en el aeropuerto. El hijo del presidente de una de  las mayores empresas petroleras de medio oriente estaba de transito, en un vuelo  que salio  de Miami, haciendo escala en el país, donde tomaría otro avión con destino a Caracas. 
      Ella trabajaba en protocolo de la línea aérea, que por un error, realizó una sobre venta de pasajes perjudicándole, por lo que la enviaron a resolver el percance. Se encargo de su  hospedaje en un hotel cercano, y de los trámites  necesarios para que pudiera partir al día siguiente. La contrariedad afecto tanto al pasajero, que fue necesario acompañarlo hasta el hotel donde cenaría y pasaría la noche. Así  se conocieron.  Esa noche, la aerolínea le permitió acompañarlo a cenar y compartir unos momentos hasta que se calmara y de allí irse a su casa. Así nació una  hermosa relación que mantuvieron  durante meses a través de las redes sociales,  hasta el momento en que se le apareció en el mismo aeropuerto pidiéndola en matrimonio.   Esa era la primera salida como prometidos que realizaban, y su primera vez a bordo de un velero recorriendo el caribe.
      El amor los hizo olvidar la temporada de huracanes que azota al Atlántico a mediados de cada año, y como prevención, los hicieron arribar hasta aquel complejo turístico frente al puerto donde atracaron.       
       El ruido  la despertó. El viento silbaba entre los ventanales, y los cocoteros se mecían como en un baile de tambores tropicales. Le entro una llamada de su prometido, donde le decía que no quiso despertarla,  y que estaba en el bar. Fue en ese momento que ocurrió. El techo de madera de aquel hotel se desplomo estrepitosamente,  por la violenta caída de un enorme cotero, arrastrando a Mireya, con los escombros, hiriéndola de muerte, y robándole sus sueños para siempre.   
       A la mañana siguiente, los organismos de socorro llegaron al lugar, y recogieron el cadáver de la única victima del fenómeno atmosférico.  Desde la ambulancia, podía verse el velero destruido, y en  el mástil, un hermoso trozo de vela roja inflada por el viento.       




                                                          FIN

©Pablo Martínez
     Dominicano

jueves, 23 de agosto de 2018

UN PÁJARO ALADO (Cuento)


HERMAFRODITA

 

        Enrique nació con alas;  su madre decía que era un prodigio, y que  el ángel Gabriel había  encarnado en él, por lo que desde su nacimiento, lo llenaron de mimos y de todas las atenciones que se le puede brindar a un príncipe. Todos sabían que era diferente, y así fue creciendo; diferente a los demás niños de toda la comarca. Desde los omóplatos, se notaba la protuberancia de las alas, y después de cumplir los veinte años, algunos vecinos lo vieron ensayar el vuelo desde la azotea, y a partir de ese día, se hizo algo normal ver a la gente dotado de binoculares mirando al cielo por encima de su casa.

     No había ser más delicado que aquel adonis de la naturaleza; su semblante era el de un iluminado, a quien se le podía notar el limbo de los santos católicos rodeándole la cabeza. Su piel no tenía igual entre todas las pieles; su tersura competía con el terciopelo de los almohadones dorados de los reyes españoles, y de sus ojos salían rayos de luz que llenaban de amorosa pasión a todos cuanto se hallaban bajo su influjo. Sus labios,  rojos como la sangre, exaltaba la apariencia de su figura casi femenina, semejante a los cisnes danzando en el lago, con la  sinfonía de  Chaicouski. Si aquello no era un ángel, que más podía ser.

       Una tarde se hizo casi noche, y el querubín no descendía de sus rutinarias prácticas de vuelo. Desde lo alto, se escuchaba el aleteo rompiendo los aires, y todos pudieron ver cuando un gavilán se abalanzo sobre él, produciéndose un alocado vuelo, en una extraña  lucha de supremacía celestial.   Por fin, el gavilán lo atrapo, y sobre una  nube centelleante, de luces multicolores, le hizo el amor, una y otra vez, como una bestia alada insatisfecha, y  llena de sádicos deseos.

        Desde ese día algo cambio. Se le veía cada tarde emprender el vuelo, al encuentro del emplumado y fornido gavilán, y repetir aquellas escenas de frenética pasión; bajaban en picada, subían despavoridos, se entrelazaban uno contra el otro, y terminaban haciendo el amor sobre el lecho de  las nubes blanquecinas.  

         Fue entonces cuando comenzaron a darse cuenta que aquel ser hermoso, casi divino,  nunca fue  un ángel, y sus alas no eran las alas de un  ángel, sino, la de un misterioso hombre pájaro, con sexo de mujer.

 

           

FIN


Pablo Martínez
Dominicano

miércoles, 22 de agosto de 2018

UN BLOQUE DE HIELO (Cuento)


        Lo encontraron colgado del caballete de la casa. Tan muerto que no tuvo reparos en dejarse la cremallera embarrada del semen de su ultima eyaculacion. Parecía un monigote destemplado, con su lengua kilométrica casi rodando por el suelo, y los brazos a los lados, más tiesos que los muñecos de alambre forrados de papel. 
        En la habitación no había absolutamente nada, estaba totalmente vacía, por lo que de inmediato la policía comenzó a investigar si aquello se trataba de un homicidio, donde posiblemente había participado más de una persona. –Si, porque, cómo se ahorcó- se preguntaban todos al ver que lo único inusual, era el charco de agua bajo el cadáver aun sin descomponer del panadero del pueblo, aunque había llovido toda la noche -Cuando me mate no van a saber como fue - Solía decir siempre, mientras preparaba la masa de pan. 
       El pueblo lo conocía bien y sabía que tenía tantas deudas, y tantas ausencias que habían convertido a Manuel, el panadero del pueblo, en la persona más solitaria y triste del mundo, por lo que a nadie le extrañó, cuando dijeron que se había ahorcado en la sala de su casa. 
      Apresaron a los empleados para investigarlos, porque el muerto le debía tres semanas de salario; luego, se llevaron a su compadre Juan, a quien el muerto le debía el alquiler de la casa; también se llevaron a Silvio, dueño del colmado, quien le había parado el crédito al muerto, porque no tenia para pagar. Mas tarde le toco a Román, dueño de la mueblería, y quien le había embargado al muerto todos sus ajuares; mas tarde, al dueño de la gallera, donde se le había visto por última vez, en la mañana del día anterior, y donde el muerto había perdido el dinero de pagarle a los empleados, pagar la casa, el colmado, y la cama donde dormía, que fue lo único que le dejaron. No hallaron evidencias de culpabilidad por lo que tuvieron que soltarlos.
       El teniente Rafael, de homicidios, no encontraba respuestas ante aquel evidente crimen, pues no podía ser otra cosa que un asesinato.- Porque si fue un suicidio, donde se subió el mal nacido, si no hay ni una silla, nada; a menos que fuera el hombre araña, y se fuera trepando por la pared a amarrar la soga. ¿Como se subió, díganme ustedes? Porque no ha dejado huellas—Le preguntaba a los demás compañeros.
       La gente del pueblo se hizo cargo del cadáver como si fuera de su propiedad, por lo que después que lo bajaron, lo pusieron en su cama, y procedieron a sacar toda el agua que había en la sala, y disponerse a preparar el velatorio ahí mismo, en la casa. 
       La mujer del compadre Juan, fue quien se dio cuenta, cuando se le llenaron las chancletas de agua, y la encontró extraña.-¿Tu has visto agua mas fría que esta, Ramona? Si parece que es de una nevera que la estamos sacando.-. 
-Debe ser que no le da sol a la casa, pero esta muy fría, si - contesto la compañera, mientras barrían hacia fuera el agua helada. 
         En ese momento fue que llego a la casa el teniente Rafael.- Díganme ustedes, ¿no encontraron nada raro en la casa? Porque si este muerto no era el hombre araña, por lo menos tenia que ser el hombre elástico, para amarrar la soga en el bajante del techo, levantar el cuerpo entero, ponérsela en el cuello, y luego, dejarse caer de manera aparatosa para ahorcarse.- dijo, mientras caminaba empinado para no ensuciar el piso aun mojado.
- Aquí no hay nada raro- dijo la mujer del compadre Juan- pero usted no se ha dado cuenta lo frío que está esta casa, el piso y el ambiente; el agua parece de nevera, y no importa que haya llovido, en este sitio nunca hace frío.-
         El teniente palpo con sus manos el piso, y respiro profundo el aire húmedo y frío, y se dio cuenta que era verdad, pero al no hallarle explicación, solo atino a decir: - Usted tiene razón, doña, por eso el cadáver se mantuvo tan bien conservado de un día para otro- Se limpio las manos en los pantalones, se las olió, y se las volvió a limpiar mientras salía. 
        A Manuel el panadero, lo enterrarían al otro día temprano en la mañana. Los veladores amanecieron tomando tragos y jugando domino, agradeciéndole al alcalde del pueblo el ataúd de madera que había enviado, y la corona de flores, con el lema: Nunca te Olvidaremos. Esa larga noche se juntaron todos a los que Manuel, en vida les debía algo, y, como no se le conocía descendencia, se pusieron de acuerdo para vender y repartirse lo único que había quedado: la panadería.
         La procesión llegó al cementerio, y se detuvo frente al nicho, para enterrar el cadáver. Algunas mujeres dejaron escapar un gemido de fingido dolor cuando comenzaron a moverlo, al escuchar la voz de zacateca que dijo: - entiérrenlo, que casi hiede.-
Desde la multitud salió un joven presuroso. -Por lo menos, déjenme decir algo por el alma de este buen hombre; en mi vida no había conocido una persona mas desprendida y bondadosa que este hombre noble al que van a enterrar- dijo, mientras todos se miraban preguntándose quien era el mozo. Continuo: Yo soy el joven que le llevaba hielo todos los días, porque no tenía nevera, y nos quedábamos hablando bajo la mata de mango, frente a su casa. Nadie sabia de mi vida mas que el; le dije que soy huérfano de padre y madre, y que para mi la vida ha sido pasar calamidad. El sábado, en la tarde,  como de costumbre fui a llevarle su pedazo de hielo, pero ahora quería que le hiciera un favor, esta vez quería un bloque de hielo grande, de la altura de una silla. Me fui a buscárselo, se lo lleve, y me dio este sobre que aquí tengo, diciéndome que no lo abriera hasta el domingo-. Los presentes quedaron mudos. Todos los acreedores de Manuel el panadero, se acercaron al joven.- Dinos una cosa, ¿y que es lo que tiene el sobre?- Pregunto uno medio asustado. – Los papeles de la panadería; me la vendió, por los doscientos pesos que costo el hielo- Inmediatamente se armo un alboroto. Los acreedores se halaban los cabellos, incrédulos, y lanzaban improperios al difunto por aquella burla después de muerto. 
         El teniente Rafael, quien estuvo al tanto de todo lo que estaba aconteciendo, buscando un indicio, una huella que lo llevara a descubrir lo que suponía había sido un crimen, se acercó a la mujer del compadre y a doña Ramona, y pregunto- ¿que tan fría estaba el agua?- y ellas contestaron a coro –como de nevera- y abrieron los ojos.




FIN
      



Pablo Martinez
dominicano