jueves, 13 de septiembre de 2018

EL FILICIDIO ( relato)




      Los dos se  llamaban Felipe; uno recientemente  cumplió los  ochenta años, y  sentía que la vida se le iba cada día; el otro, muy distante,  no había celebrado aún los trece años, y vivía tan feliz que no se daba cuenta del paso de los días.
      Cuando a  Don Felipe le diagnosticaron el corazón grande, supo que  debía vivir sus últimos días haciendo lo que realmente le gustaba: trabajar en su granja; por eso contra todos los consejos, se levantaba bien temprano  a realizar sus labores de granjero, con la que había hecho todo un imperio económico, por lo que se le consideraba uno de los hombres mas ricos de su país.   Gracias a su amor al trabajo y al dinero, podía sentir de vez en cuando que sus energías lo acercaban a los días de  su juventud cuando le decían que en eso de trabajar él  era un toro; aunque muy en sus dentro  sabía que ya nada era lo mismo; quería vivir eternamente, pero contaba cada día como si fuera el último porque sabía que con lo único que no podía contar era con el  tiempo. En una ocasión  se  acercó a su despacho uno de sus hombres de confianza, quien hacia las funciones de  capataz y mandadero, y  con quien conversaba de vez en cuando.
-¿Cómo etá patrón? Vine a bucá con  qué pagá alosombre que pusimo a trabajá eta mañana; ya terminaron su tarea, y e´shora. Dijo.
-¿Cuanto me dijiste que era eso? ¿Diez mil?- Preguntó Don Felipe.
-No patrón; son do shombre por camión. Enviamo die camione y vente hombre, que a mii peso pol dia, son vente mii; y eso sin contá mi propina.- Bromeó Vicente,
Don Felipe subió un maletin, lo abrió en el escritorio, y se acordó de algo.
Mierda, Vicente! Yo con tanto dinero y me voy a  morir- Dijo, mientras acariciaba las manillas de billetes producto de una semana de negocios.  
-No diga eso patrón, que a uté le falta mucha vida por viví- Lo consoló.
- Qué va,  lo mío es cosa de días; los médicos me dijeron que sólo un trasplante me salva, y a lo que veo la lista es larga delante de mi esperando el turno. Soy un cadáver andante, Vicente.- Dijo.
 -Mire patrón, uté e´ un hombre muy impoltante para todo ete pueblo, y que decí que del paí; lo meno que le puede faltá e´ quien se sacrifique por uté. Por ahí anda mucha gente que no sive pa´ na´ que lo meno que puede hacé e´negociá uno de loshijo  como si fuera  un novillo y resolvele ese problema; dejeme eso a mi, que yo me encalgo.  Dijo, mientras una idea diabólica le pasaba por la mente.
-Vicente, ¿en qué estas pensando?- Preguntó Don Felipe, mientras le contaba veinte billetes de mil, y lo ponía en sus manos.
-Bien; no se preocupe le dije, patrón, y déjeme eso a mi, que yo le aviso.- Acotó el capataz antes de irse, envolviendo los billetes con  la lista de los nombres a  quienes debía pagar. El patrón lo vio salir, y sin saber porqué sintió un soplo de  esperanza por aquellas palabras.
    Era viernes, y Felipito salió de la escuela; tomó la ruta acostumbrada,  internándose por el estrecho, y desolado camino vecinal que lo conducía a su casa,  entre los espigados  cañaverales de aquel batey donde apenas vivía gente.
   El niño vio un camión detenido con el bonete abierto, en medio de la calle, y debajo,  un hombre  con herramientas  en las manos como reparando algo.
-Mijo, ven acá; ahí hay do galone detrá de la cola; tráeme el que tiene agua, hame el favol.- Solicitó el hombre.
    Se escuchó un desplome.
   En la noche el capataz solicitó ver al patrón que en ese momento se hallaba en  la galería de su casa descansando en su mecedora preferida.
    -Dime, Vicente, qué te trae por aquí a esta hora ¿tienes problemas?- preguntó Don Felipe.
-No,  patrón, pero me gutaria que me diera  un permisito para tratale algo.- Contestó el capataz, buscando que los dejaran solos.
-Siéntese, y no se apure que yo estoy haciendo la cena- Dijo la esposa del Patrón mientras caminaba a la cocina.
  -El asunto ta resuelto patrón; ya tenemo al que va donar- Dijo el capataz hablando entre los dientes.
   -No relajes, Vicente, ¿Cómo lo conseguiste y quien es? ¿Cuanto hay que pagar?- Preguntó Don Felipe,  sorprendido.
     -Lo conseguí en el Batey donde uté tiene  lo conejo; el muchacho ta loco, y su papá no lo quiere, le ofrecí dociento mii peso por el muchachito,  pero su mamá no sabe ná; tengo que entregá ese dinero mañana temprano.- Mintió.
     -¿Donde lo tienen?- preguntó Don Felipe.
-Amarrao en el camión, lo dormí con burrundanga; hay que andar rápido que se puede afisiar - Dijo el capataz, quien a pocos minutos recibía doscientos mil pesos por parte de su patrón.
     Un medico cirujano llegó tarde en la noche, y amaneció en la casa.
Al otro día se anunció a los allegados la operación de Don Felipe, porque por fin  apareció un donante.
     Ya había partido el vehículo que lo trasladaría a la clínica cuando llamaron; era la otra mujer del patrón, con quien había procreado un hijo en el Batey,  para informarle que el niño no había regresado  de la escuela desde el día anterior; creyeron que  a causa de la operación no era factible avisarle a Don Felipe, por lo que prefirieron guardar silencio.
     La operación fue un éxito, aparentemente el órgano era compatible, por lo que se creía no habría rechazo de ningún tipo;  lo que  sí había que hacer era  aislar al paciente de todo contacto con el mundo exterior hasta que estuviera fuera de peligro.
     Durante el tiempo de recuperación de Don Felipe, la policía investigaba la desaparición de un niño en el Batey Canta La Rana, y todo señalaba al conductor del único vehículo que pasó por aquel lugar ese día, y que fue visto trasladando contenedores de conejos vivos.
       Al cabo de tres meses, la recuperación del operado era irreversible; sentía la fuerza y el vigor de la juventud recorrerle el cuerpo con la misma vitalidad de un  adolescente, cuando llamaron  a  la puerta que daba a la calle; era la policía.
        Los acontecimientos sucedieron uno tras otros; el capataz fue hecho preso, y se declaró culpable por  el rapto del menor; Don Felipe dijo que sobre ese caso no sabía nada.
        Días después, desde el fondo de un aljibe extrajeron las osamentas  de varios cadáveres; uno de ellos era el de un niño con   un hueco en el pecho, y que aún llevaba el uniforme de la escuela.
        Don Felipe encontró la muerte  horas más tardes, victima de un infarto fulminante al corazón, cuando tomó una llamada donde le informaban que el niño desaparecido y que fue encontrado en un hoyo cerca de su casa, era su hijo.


FIN

Pablo Martínez
Dominicano

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy bueno aunque trágico, y puede ser una situación real aunque sea un cuento, creo que debe ser parte de la colección, cuentos trágicos.