En el momento en que la música disco sonaba, no
había nadie que bailara como Blanco, a quien pocos de los que le rodeaban podían superar en
gracia y elegancia a la hora de mover el cuerpo; además, tenia unas formidables cualidades para
conquistar féminas, y tener amigos de la farándula que dejaba boquiabiertos a
los que lo conocían de siempre. Su vida de jovencito aventurero se la pasaba
entre programas de televisión y discotecas, donde el consumo de alcohol y
drogas estaba reservado a una élite “exclusiva” de vive bien y gente “Light” a
la que sólo a unos pocos se les permitía
entrar; los demás miraban desde afuera.
La
vida de Blanco desapareció de la vista
del barrio, y si alguien quería verlo tenía que poner algún programa de
televisión, porque seguro formaba parte de alguno de sus elencos.
Una noche, uno de los mejores amigos que Blanco tenia en el barrio fue a una fiesta (cosa que era
costumbre en la muchachada de esa época),
alguien les presentó a unas muchachas
hermosas que estaban sentadas en una de las mesas exclusivas del lugar, y sin saber por cual razón
mencionó a Blanco. Una de las jóvenes se puso incomoda, pidió
cambiar el tema, pero no tuvo mas remedio que compartir algo que mantenía en
secreto; ella había sido novia de Blanco, y dijo haberlo querido mucho, por lo que había pensado casarse con él antes de que el destino le hiciera aquella mala jugada que les empezó a narrar: Era sábado y
tenia varios días que no lo veía; Blanco no acostumbraba alejarse tanto tiempo
así que sin avisar (porque en esa época los celulares no existían), fue a la casa donde él vivía, entró sin tocar la puerta, y lo encontró en
plena actividad sexual con otro hombre.
Después de aquella cruel escena la joven se apartó de tal manera que jamás volvió a tener
contacto con Blanco, porque según dijo, sentía una sensación indescriptible cuando
recordaba a ese macho probado haciendo
de receptor en aquel ritual de sodomía.
El
tiempo pasó, tanto, que ya nadie se
acordaba que Blanco alguna vez existió; el mundo cambió de un momento a otro y
ya todos eran padres de familia; algunos eran tan adultos que hasta tenían
nietos, por lo que apenas se veían algún
fin de semana.
Esa
tarde por casualidad estaban todos reunidos en la acera de su bodega favorita
jugando dominó. Un hombre se detuvo vendiendo algo.
- Plaguicida para matar ratones.- Voceaba.
Al vendedor
se le veía encanecido y demacrado; casi
llegando a la decrepitud de un centenario, y en sus ojos se notaba una tristeza infinita, como el de un alma en pena; nadie lo conoció hasta que ya iba lejos. El dueño
de la bodega se acercó al grupo.
-¿Ya vieron quien va ahí?- Peguntó.
-¿Quien?- Preguntaron a coro.
-El vendedor de plaguicidas; ese es Blanco- contestó el bodeguero.
Todos
se pusieron de pie al mismo tiempo; por sus mentes pasaron los rayos multicolores
de las luces de la discoteca, mientras se escuchaba a Barry White, con la canción: Let The Music Play; en unos
segundos todos los amigos revivieron el pasado, mientras seguían con la mirada al
amo de sus sueños de juventud; aquel que
nunca quiso despertar. Pero no vieron a
nadie. A lo lejos sólo se divisaba la figura parsimoniosa de un pobre viejo
doblando la esquina.
FIN
Pablo
Martínez
Dominicano.
2 comentarios:
👏👏
La vida tiene altas y bajas, momentos de muchos brillos y momentos de oscuridad, solo nosotros mismo podemos definir nuestro futuro con nuestro accionar y nuestra toma de decisiones. Hoy hay muchos blanco, que solo viven el presente sin pensar que hay que proyectar hacia el futuro.
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