lunes, 10 de septiembre de 2018

DIENTE ( Cuento)


DIENTE (Cuento)

     Gustavo nació con dientes, y para colmo, nació con uno que le sobresalía a los demás, por lo que desde que vio la luz, su propia familia le pusieron el mote de: Diente.
La vida de Diente no era nada agradable, pues con ese sobrenombre, no pedía llegar muy lejos; sus oficios no pasaban de labores agrícolas, pero en el que más se destacó fue como ayudante de albañilería en el que trabajó hasta pasados los veinte años.
Diente desarrollo un cuerpo fornido, y por esa razón se le vio sirviendo de pacificador en algunos bares del pueblo, por lo que el dueño de una discoteca muy popular en su época lo contrató como seguridad y orden. 
      En esas labores pasaba su tiempo; sacando borrachos impertinentes y evitando líos. La gente del pueblo lo conocía bien y lo quería, al igual que los empleados de la discoteca.
Una noche, un cliente pasado de tragos se puso de mal humor, discutiendo de manera acalorada con el dueño de la discoteca; el cliente era un hombre fuera de seria, mucho más fuerte que Diente, quien no tuvo mas remedio que enfrentarlo tratando de maniatarlo para que saliera del negocio. El forcejeo llegó hasta la pista de baile. Allí estaban solos los dos; la gente se aglomeró alrededor de ellos, y comenzaron a aplaudir con algarabía cada vez que había un juego de llave del que podían zafarse. La gente gritaba: pégale el diente, pégale el diente; pero Diente solo quería aquietarlo. Por fin apareció el dueño del negocio, e hizo una seña para que diente dejara el pleito, y así lo hizo. Aquello había sido todo un espectáculo.
      A la mañana siguiente, apareció un carro negro en la discoteca. Un hombre con lentes oscuros, acompañado del cliente impertinente de la noche anterior bajó del automóvil. El dueño de la discoteca envió por Diente, quien tenia el día libre, y al llegar se sentaron a conversar.
- ¿Que le pareció el espectáculo de anoche, el que dieron su empleado y mi amigo aquí presente?- preguntó el hombre al dueño de la discoteca, en el momento en que se quitaba los lentes, y dejaba ver sus ojos claros.
-No sé, su amigo estuvo muy impertinente anoche, y Diente solo hacia su trabajo.- Dijo.
-Usted no me ha entendido.- Sacó una cámara video casette, y le mostró el video de la pelea- Observe bien, mire como gritan, disfrutaban de la pelea.-
- Y que tiene que ver eso con mi negocio, yo vendo bebida y hago fiestas, de eso vivo.- dijo el dueño de la disco.
-Aun sigue sin entender. Soy promotor de lucha libre, y lo que ocurrió anoche fue intencional, no fue improvisado para nosotros. Estamos buscando luchadores en toda América Latina; creo que aquí hemos hallado un buen prospecto. Le propongo diversificar el espectáculo. Entre las diversiones de la discoteca estarán los encuentros de lucha libre, si usted quiere nos hacemos socio en esa parte del negocio, pero hay que empezar ahora mismo a diseñar un nuevo interior para que quepa más gente y el espacio del ring. Ya veo en mi mente la cartelera del próximo mes.- Dijo.
    El dueño se dejó convencer de aquel hombre, y firmó contrato. El negocio fue cerrado durante dos semanas para reparación, tiempo que le dieron para que Diente descansara. 
El día esperado llegó; desde hacia una semana completa se anunciaba en cartelera frente a la discoteca, y los parlantes no dejaban de vocinglar en todas las calles la sensación del momento: Diente contra Cabeza de Hierro. 
    El dueño de la discoteca esperaba impaciente por su empleado. Le dijeron que tenían mucho sin verlo, pero que de seguro ya aparecería.
Los trabajos de ampliación habían quedado a las mil maravillas, y el decorado fue modificado de tal manera que era notorio el cambio radicar que se había hecho. Al centro, un gran ring de lucha libre, adornado de luces multicolores, se destacaba como atracción principal en aquel gran escenario.
    Al pasar las horas la situación se puso más difícil; Diente no aparecía por ningún lado.
Un mensajero llegó con algo en las manos, procurando al dueño.
-Dígame ¿En qué puedo servirle joven? – Preguntó el dueño, entre la música estridente del lugar que ya empezaba a recibir gente.
-Aquí le traje algo que me mandaron traer.- Dijo, pasandole un paquetito
El dueño de la discoteca se apartó un poco hasta buscar un espacio, y poder ver el mensaje.
Era una cajita, como de fósforo, junto a una tarjetita envuelta en papel de regalo. Abrió la tarjetita, y leyó: Toy pegando block en San Martín. Lo siento mucho. Se aflojó y no hubo mas remedio que sacarlo. Ahí se lo mando. Atentamente: Gustavo.
Al abrir la cajita, el dueño de la discoteca pudo visualizar un gran incisivo central superior de alrededor de cuatro centímetros, y lo reconoció; sí, ese era. 
Esa noche, dos luchadores se enfrentaron en el debut de las nuevas instalaciones; uno de ellos llevaba una mascara y un gran diente colgado del cuello. 
- pégale el diente, pégale el diente.- vociferaba la gente dese ese día en los momentos más decisivos de la lucha libre.
    Tiempo después, en el interior del país, un hombre afable jugaba dominó junto a sus amigos; apenas hacia unos meses que había llegado de la ciudad, y ya todos lo conocían; él era Gustavo, el Albañil. 

FIN
   
FIN

Pablo Martínez
Dominicano

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