miércoles, 19 de septiembre de 2018

AGUA (Relato)



    

       Cuando el agua le llegó hasta los tobillos fue que Ricardo se dio cuenta que tenia que hacer algo; los organismos de socorro  habían dicho  que habría  algunos chubascos esporádicos,  y que las fuertes lluvias que traería la tormenta se sentirían en las áreas menos pobladas de la línea  fronteriza, así que no había que temer, y que sólo sugerían  seguir sus recomendaciones.
        Aquello que estaba cayendo no  era una llovizna, era un diluvio,  y no tenia visos de parar en muchas horas, por lo que Ricardo estaba atento al fenómeno, caminando de acá para allá haciendo cualquier cosa, como levantar el zinc en algunos sitios;  pero nada   valía la pena.
-          Andrea, esto es un ciclón; coge una cubeta y vamos a sacar agua sino hay que irse.- Decía a su mujer, al momento de disponerse a sacar agua.
-          No hay manera, no hay donde tirarla, todo esta anegado; hay que irnos al refugio.- Contestó la mujer, quien tomando una maleta comenzó a llenarla de las cosas mas importantes para ella y sus dos hijas casi adolescentes..
-          Te vas a ir tú con las muchachas; yo no voy a dejar mi casa; cuando viene a ver se lo roban tó los malditos ladrones. Además, pa´donde vamos a coger si no se puede salir por ahora; mejor vamos a subir  las camas en bloc, y esperemos que amanezca.- Recomendó Ricardo.
La casa era de concreto aún sin empañetar, y sustituía la vieja edificación de madera desgastada en la que Ricardo y Andrea  residían desde que  se casaron,  y con la llegada de sus dos hijas formaron un hogar. Al tiempo la cosa fue mejorando, y comprando bloques poco a poco, fueron levantando aquella casa que techaron de zinc porque no podían esperar mejores días.  
        El viento arreciaba, y se arremolinaba entre los árboles como queriendo engullirlos hasta el cielo; a veces silbaba, y otras lanzaba unos sonidos amenazantes como queriendo llevarse el mundo por delante entre truenos, rayos y relámpagos. Frente al patio trasero de la casa  salió disparado  el techo de un almacén de provisiones, cayendo dentro de su patio,  poniendo sus vidas en peligro.
       -Estos se esta poniendo cada vez más difícil; gracias a Dios que los bajantes de esta casa están amarrados con las barrillas, de lo contrario, hace rato que el techo se hubiera ido volando.- Decía Ricardo para que lo oyeran pero hablando solo.
     Próximo a la entrada de la casa, un árbol de flamboyán se desplomó, arrastrando consigo un poste de energía eléctrica, y tirando los cables de alto voltaje al suelo, ocupando todo el espacio de entrada y salida.
     -Ahora si es verdad que esto se puso feo;  no se puede salir de aquí ni al colmado a comprar velas, y gracias  a Dios que se fue la luz, porque sino, aquí tó el mundo estaría muerto.- Dijo Ricardo, mirando que el viento y la lluvia estaban causando mayores daños.
           Decidió no esperar a que llegara la energía eléctrica, y  para evitar posibles problemas, con  machete en manos y unos alicates,  procedió a desramar el árbol caído; luego tomó    los alicates y empezó a halar el cable roto.
-Ese es el potencial deje eso. -Se escucho una voz que venia del vecino.
-Vecino es que no se puede esperar que llegue- Dijo, mientras halaba el cable conductor de cincuenta y ocho mil voltios, en el mismo momento en que todo hizo explosión porque llegó la luz.
          Al día siguiente, en la funeraria municipal  todos lloraban; los deudos se sentaron en la primera fila de las banquetas vestidos de negro; encima del ataúd podía verse la foto enmarcada de un hombre sonriente, con toga y birretes;  debajo del vidrio transparente,  un paño blanco cubría el cuerpo carbonizado de Ricardo.  



                                                                      FIN

Pablo Martínez
Dominicano   
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