domingo, 11 de noviembre de 2007

OLVIDO

Lo miras sin mirarlo entre la bruma de una risa a veces alocada, y piensas que es tan igual a los demás que no le da por los tobillos al que le brindas tu amor “sólo de vez en cuando”.
Lo miras con la piedad del que tiende una moneda al mendigo de la plaza, como si con tu sonrisa aportaras algo a un corazón ya sin aliento por los años.
Lo miras sin mirarlo, como una sombra ante ti que es pasajera, y le hablas por un detalle de aprendida urbanidad en la escuela de etiqueta.
No sabes, ni piensas que ese tipo soy yo, que habito entre los astros siderales.
Te confundes y no miras las estelas de luz navegando en sus ojos, más allá del tiempo... y el amor.
No te imaginas que volabas junto a él a las estrellas; que en su afán por darte el mundo inventò un universo sólo para ti.
Caminas por la vida olvidando las galaxias, cuando andábamos pariendo humanidades; esculpiendo los poemas de Neruda y cantando a los paisajes de Van Gogh.
Lo miras, barrendero ante tus ojos, pordiosero de la vida, vagabundo por las calles, sanki panky sin destino, ceniciento sin zapatos en la ilusiòn.
Te cubre un negro velo los ojos, con un olvido lejano en el corazón.
Tu adiós, con ese olvido de siglos, alejado de la tierra, como un hechizo maldito, de ti, por siempre me esfumó.


Pablo Martinez

jueves, 1 de noviembre de 2007

RECORDANDO A ISABEL



Ya me había olvidado de Isabel, cuando sentí su aliento a través de su “Memoria de elefante”. Tan tierna que parece un peluchito suave y juguetón entre las manos del espacio que frecuenta. Me sorprende su forma de sentirlo todo a la manera de mis antiguas edades cuando visité a Berlín, en uno de esos arrebatados viajes entre las páginas de “La noche quedó Atrás” de Jim Vartín; época en que la era moría de parto pariendo un corazón ( a la manera de Isabel), para este momento que le ha tocado vivir a la humanidad.
Cuando la leo, no sé por qué me voy tan lejos. Me parece revivir el holocausto hebreo a manos de los Nazis, y me parece verla entre las calderas tiznadas de los buques mercantiles de los puertos de Berlín, con sus manos llenas de panfletos del partido comunista llamando al paro. Es una extraña sensaciòn de conocerla en otras latitudes del tiempo, fuera del espacio en que vivimos; con ella se me olvida mi pasiòn de viejevo enamorado, para recordarla surgiendo de una historia desprendida de vivencias imposibles, no sè de què lugar. Es que me atrapa esa muchachita de cachetes mimosos, con su forma de alejarme de todo este mundo de estièrcol pantanoso en que nos llevò el consumismo y la necesidad.
Me llama a vivir un instante entre los sueños mitològicos del “unicornio azul“ de su adorado Sivio, como si ya no lo viera como una postalita repetida traída de mi mocedad lejana.
Esta noche voy vivir el sueño de Isabel entre el plumaje de los sillones de Siddharta en su castillo dorado, creyèndome que vivo algo màs allà del cielo, y me olvidarè de los ochentiseis muertos ( y los que faltan), las quince mil familias sin techo, y los sesenta mil refugiados de un pueblo que sufre la maldita realidad de su pobreza centenaria.
Voy a dejarme llevar por mi mente inquisidora, hurgadora en las entrañas de mi imaginaciòn, para crear un mundo a la manera de Isabel: rosadito, como sus cachetes cuando ríe; con su ternura de algodón y su voz de àngel; y dormirme para siempre en su regazo, donde olvidarè mi dolor y se han de secar mis làgrimas por esos que se fueron y que no volveràn a soñar jamàs.