miércoles, 29 de agosto de 2018

CORINA (Relato)


   

Aún recuerdo sus ojos marrones; grandes, mirándome fijamente, como queriéndome decir algo. Ella era Corina, mi mascota chihuahua. La trajo mi sobrina, porque no podía llevársela con ella a su nuevo domicilio. No le resultó difícil adaptarse a la casa y a su nueva familia, porque lo que mas tenia era espacio para andar alegre por cada rincón. Nunca he conocido perrita más limpia que Corina, pero no siempre fue así; un día encontré sus heces en medio de la sala y le estrujé el hocico en ellas, y desde entonces nunca supe donde ponía sus excrementos. Tenía una particularidad aún desconocida en el mundo de los perrunos: no le gustaba comer carne. Según fue pasando el tiempo, fue adaptando su organismo a la comida de la casa, y se volvió vegetariana. No olvido las veces que haciendo un guisado en la cocina, agarraba todo cuanto le dejaba caer para comérselo; desde ajíes, lechuga, brócoli, cebolla, y pepino…no había vegetales que no engullera; aunque la dieta incluía pescados y huevos cada cierto tiempo. 
      Se hizo costumbre tomarle algunas fotos, para mostrar su porte de perrita altiva y comparona; con su carita seria de religiosa de convento; parecía más una monjita austera y recatada.
Pero así como existe el bien y el mal, lo negativo y lo positivo; Corina también tenía su contraparte, que luego se convertiría en su archirival: El gato Bengala del vecino.
Desde que lo conoció incursionando en el patio no paraba de ladrar, y de corretear detrás de él. Un día estábamos reunidos frente a la casa comentando algo. Corina también estaba. No lo vimos, pero Corina si. El gato caminaba sigiloso al otro lado de la calle. Al verlo, Corina se lanza detrás de él, y la llamo- CORINAAA- Craso error. Un carro viene en el preciso momento en que ella se devuelve. Solo escuche un leve chillido. La encontré tirada, con el hociquito aplastado, y sin vida. La levanté por las patitas traseras para ver si aun vivía, pero nada. La entre en una funda plástica, fui al bosque y la enterré.
Al regresar sentí un vacío inmenso en mi corazón y rompí en llanto.
      
No sé por qué he sentido que algún día volveremos a encontrarnos, y sabré, aunque ya no tenga su cuadrúpeda figura, que es ella: el alma grande de Corina.

   

FIN



Pablo Martínez
Dominicano

No hay comentarios: