viernes, 24 de agosto de 2018

UN TROZO DE VELA ROJA (Cuento)


         El mar estaba quieto. Los veleros se apiñaban uno al lado del otro, y daba la impresión de  que no iban a caber, por lo que algunos de ellos debían ser sacados del agua antes de la tormenta.  Nadie hubiera sospechado siquiera, de no existir los pronósticos del tiempo, que aquella tranquilidad pudiera cambiar de un momento a otro.
     Mireya observaba el firmamento desde el balcón de aquel hotel, donde esperaba a que su prometido terminara de amarrar el velero, para  tratar de contrarrestar los fuertes oleajes de la tormenta anunciada.
       Se sentó un momento a soñar despierta, donde se veía  haciendo de esposa amada, en un futuro cercano, en el que la suerte  le sonreía, y, agradecida, levantaba los brazos al cielo dando gracias por su  felicidad. 
      Porque quería ser feliz, decidió esperar paciente al hombre que la vida le tenía reservado para ella. Recordó aquella noche, en el aeropuerto. El hijo del presidente de una de  las mayores empresas petroleras de medio oriente estaba de transito, en un vuelo  que salio  de Miami, haciendo escala en el país, donde tomaría otro avión con destino a Caracas. 
      Ella trabajaba en protocolo de la línea aérea, que por un error, realizó una sobre venta de pasajes perjudicándole, por lo que la enviaron a resolver el percance. Se encargo de su  hospedaje en un hotel cercano, y de los trámites  necesarios para que pudiera partir al día siguiente. La contrariedad afecto tanto al pasajero, que fue necesario acompañarlo hasta el hotel donde cenaría y pasaría la noche. Así  se conocieron.  Esa noche, la aerolínea le permitió acompañarlo a cenar y compartir unos momentos hasta que se calmara y de allí irse a su casa. Así nació una  hermosa relación que mantuvieron  durante meses a través de las redes sociales,  hasta el momento en que se le apareció en el mismo aeropuerto pidiéndola en matrimonio.   Esa era la primera salida como prometidos que realizaban, y su primera vez a bordo de un velero recorriendo el caribe.
      El amor los hizo olvidar la temporada de huracanes que azota al Atlántico a mediados de cada año, y como prevención, los hicieron arribar hasta aquel complejo turístico frente al puerto donde atracaron.       
       El ruido  la despertó. El viento silbaba entre los ventanales, y los cocoteros se mecían como en un baile de tambores tropicales. Le entro una llamada de su prometido, donde le decía que no quiso despertarla,  y que estaba en el bar. Fue en ese momento que ocurrió. El techo de madera de aquel hotel se desplomo estrepitosamente,  por la violenta caída de un enorme cotero, arrastrando a Mireya, con los escombros, hiriéndola de muerte, y robándole sus sueños para siempre.   
       A la mañana siguiente, los organismos de socorro llegaron al lugar, y recogieron el cadáver de la única victima del fenómeno atmosférico.  Desde la ambulancia, podía verse el velero destruido, y en  el mástil, un hermoso trozo de vela roja inflada por el viento.       




                                                          FIN

©Pablo Martínez
     Dominicano

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