martes, 28 de agosto de 2018

LA CIUDAD ( Relato)


            El cerro era un lugar tranquilo, pero Tito no tenía otra alternativa que abandonarlo y empezar una nueva vida en la capital a causa de la carrera de medicina que iniciaría ese mismo mes. Se detuvo  a contemplar aquella escena fabulosa de un verde que centelleaba la magnifica expresión de la naturaleza. A lo lejos, los flamboyanes  amarillos y rojos daban mayor esplendor a la acuarela multicolor de la campiña cibaeña. Respiró hondo y sintió más que nunca la paz del lugar, razón por la que le llegó a pasar por la cabeza la posibilidad de quedarse, pero estaba resuelto, no había marcha atrás.
      Se despidió de sus familiares y amigos, y en la mañana, bien temprano, maleta en mano,  tomo el primer autobús que salía rumbo a la ciudad.
       Disfrutaba del  trayecto, como si aún fuera un niño. Miraba los naranjales extenderse hasta los picos de las lomas, y las largas sabanas  convertidas en arrozales. Muy adentro sentía que su vida estaba ahí, en el campo, al que solo  volvería de vacaciones hasta terminada su carrera, convertido en médico.
      Llegó a la capital y se fue adentrando pronto a la selva de cemento.   En apenas dos horas, estaba rodeado  de edificios y del tránsito infernal del centro de la capital. Sintió pánico, pero todo estaba consumado. No había vuelta atrás.
      El bus se estacionó en su parada habitual. Tito tomó su pequeña  maleta y caminó decidido hasta la salida. Llamó  a su tía,  que vivía en el Este, para decirle que había llegado. Cruzó la avenida y tomó un carro derecho hasta la Duarte con Paris. Allí se las arregló para tomar un carro  destartalado y sucio que lo  llevaría a la casa de su tía, en Los Frailes. 
       Llegó a los Frailes casi una hora después. El terrible calor se acrecentó con el inamovible tapón que se hizo para cruzar el  puente Duarte.  Sudaba la gota gorda, pero por fin había llegado. Tomó su celular para volver a  llamar a su tía y decirle que pasara a recogerlo.  Una moto llegó con dos hombres que usaban cascos que les cubrían el rostro. Le arrebataron el celular; él forcejeó.  Sonaron dos disparos.
       Esa noche, todas las noticias del país fueron las mismas: Matan estudiante meritorio para robarle un celular. 


FIN



Pablo Martínez
Dominicano
     

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